Campo de concentración de Sachsenhausen

Una de las experiencias más impresionantemente complicadas que he podido realizar en mis viajes fue la visita al campo de concentración de Sachsenhausen, ubicado cerca de Berlín, es uno de los monumentos históricos a visitar, ya no sólo por ser un ejemplo plausible de la barbarie humana cometida durante el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, sino que también es una experiencia a la que si se va con una mente abierta, y sobre todo como yo tuve la oportunidad de realizarla, a solas, es algo que marca totalmente.

El viaje se puede realizar cómodamente en tren desde el centro de la capital alemana hasta el pueblo de Oraniemburg, ya que el antiguo campo, el primero en en el cuál se reprodujo por primera vez esa ya célebre frase en la entrada de «El trabajo os hará libres» y en el que se puso en práctica por primera vez las prácticas de extermínio con el tristemente famoso gas Zyklon B. Ambas prácticas, así como las de los hornos crematorios, se extenderían por todos estos campos de exterminio hasta el final de la guerra debido a la aprobada «Solución Final a la cuestión judía».

Del campo no queda mucho, ya que posteriormente a la guerra, la mayor parte de edificios fueron derribados y los que hoy en día se erigen, son reproducciones de aquellos barracones inmundos en donde personas vivían recluidas como ganado, esperando la muerte en condiciones penosas. La extensión de lo que hoy se puede visitar es una pequeñísima parte de lo que en su día llegó a ser, uno de los campos de mayor fama en donde comenzaron a ensayarse también con seres humanos, distintos experimentos genéticos y médicos para conseguir esa hegemonía racial que promulgaba el régimen del III Reich. La experiencia de entrar en los barracones de la enfermería en donde se pueden ver objetos reales, tanto de las personas estudiadas, pero sobre todo del personal que allí actuaba, es un auténtico cúmulo de emociones.

Sin duda, si caben destacar dos lugares de entre todo el campo, esos son dos, la zona de ejecución y hornos crematorios, sólo pensar en las barbaridades de la gente entrando en ese lugar para morir, es una sensación horripilante. Pero sin duda, el lugar que más me ha conmovido, ha sido el momento de entrar en la morgue, completamente a solas y con el simple hecho de cerrar los ojos y permanecer unos minutos así, allí dentro, miles de sensaciones recorren el cuerpo, muy difíciles de describir si no se han vivido, pero sin duda algo que hay que realizar si visitáis Berlín es acercarse a este monumento a la historia de la barbarie humana, para que esta historia no se vuelva a repetir.

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